La
inteligencia interpersonal se basa en la capacidad de percibir diferencias en
los demás, particularmente contrastes en sus estados de ánimo, sus
motivaciones, sus intenciones y su temperamento. Las personas que se preocupan
bastante por su apariencia, por el modo de combinar las prendas de su ropa, por
su desempeño social incluso entre personas próximas, y por la intensidad con
que son recordadas positivamente por los demás, revelan esa forma de
inteligencia “en alta” y, naturalmente, se oponen a las otras que jamás se
interesan por sí mismas y por la impresión que causan que causan en los demás.
En niveles más profundos, esa inteligencia permite que adultos y adolescentes
identifiquen intenciones, simulaciones y deseos en otras personas, aunque no
los hagan muy explícitos.
Capacidades
implicadas: Trabajar con gente, ayudar a las personas a identificar y superar
problemas.
Habilidades
relacionadas: Capacidad para reconocer y responder a los sentimientos y
personalidades de los otros.
Estímulos:
Actividades de sensibilización como, por ejemplo “opción de valores”,
“personality”, “panel de fotos” o “autógrafos” constituyen estrategias
productivas, sobre todo cuando los que las aplican resalta la apertura que
propician para que el estudiante pueda exteriorizar sus impresiones y, de modo
colectivo, crear una jerarquía de valores personales.
Morada:
Se encuentra en los lóbulos frontales, y los traumas en esa zona pueden
acentuar cambios de actitud y reversiones de la personalidad, sin que se
alteren otras formas de inteligencia.
Perfiles
profesionales: Administradores, docentes, psicólogos, terapeutas.
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